31 diciembre 2006

El mejor año de nuestra vida

Ya he recibido el cuento que Antón Castro me regala cada año por estas fechas. Varios centenares de palabras que me traen su amistad y su cariño. En cuanto reciba el calendario que Loli y Luis, o pardal, o meu irmán galego me envía desde A Coruña daré por estrenado el 2007. Dos mil siete... Sé que va a ser el mejor año de nuestra vida no sólo porque todo es cada vez mejor. Este va a ser un año especial. El año de Rosa Tabernero y de todos sus proyectos, el año de Marisancho Menjón que ha decidido abandonar la seguridad del bingo, el año de Inma, el año de Rodolfo Notivol y de Mari Burges, el año de la clasificación del Zaragoza para la champions, el año del Museo Pedagógico de Aragón, el quincuagésimo año de Pepe Melero -todos los años son, desde hace cinco décadas, años meleristas o melerianos-, el año de la nueva novela de Ignacio Martínez de Pisón, el año de Eloy Fernández Clemente, Mariano Gistaín -que columna a columna ya se ha convertido en uno de los padres de la patria- y de Vicente Martínez Tejero, el año de los Artal. El año de Miguel Mena y de "los que se citan a las 10 en Casa Emilio", el año de Jaime Sorolla y de José Luis Capilla, el año de Javier Torres, el año de Francisco Abió, el año de Víctor Pardo y de María José Calvo, el año de las buenas gentes del Rolde de Estudios Aragoneses -treinta años trabajando por Aragón y por sus gentes-, el año de Elena Monforte, de Verónica Juan. 2007 será el gran año de Magda Díaz Morales, el año de Javier Burbano que hace un par de años que sonríe como sólo sonríen los hombres felices, él sabrá la razón-. El año de Blanca y de Guillermo. Por muchas razones sé que 2007 será el mejor año de nuestra vida.

25 diciembre 2006

Mañana

Mañana. Cada vez que escribo mañana me acuerdo de Rodolfo Notivol. Tener por todo patrimonio mañana. Un sueño, un proyecto, un deseo, un plan. Mañana. Querer algo, casi siempre importa poco qué se quiera. La incertidumbre, los retos. Saber atrapar los sueños y saber verlos marchar. Los territorios por conquistar, los labios por conocer. El calor de su cuerpo. Mañana. Una palabra detrás de otra, un minuto tras otro. Saber que todo puede salir mal -estar casi seguro de ello-. Mañana como único patrimonio. Mañana.

17 diciembre 2006

La Ciudad Prohíbida


Nunca escribiré la canción más hermosa del mundo, pero me gustaría haber sido capaz de reunir 976 palabras hermosas en la carta que he escrito esta tarde. Es lo más importante que he hecho en los últimos años.
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Hoy a las 12 h., en la plaza de las Canteras de Zaragoza, Víctor Pardo, en representación del colectivo de historiadores que trabajan por la recuperación de la memoria histórica, recibirá el nombramiento de embajador de la República Independiente de Torrero.


Carlos y Toñi me envían este adorno de una puerta de la Ciudad Prohibida de Pekín. Acaba de perder el Zaragoza. Sólo esta fotografía me hace sonreír. No. Esta fotografía me hace feliz. Que Toñi y Carlos vayan a Pekin y se acuerden un instante de mí en la Ciudad Prohibida me hace feliz. Muchas gracias.

16 diciembre 2006

Liarse a hostias

Antes alcanzábamos la mayoría de edad, aunque en Carabanchel Alto, según Manolito Gafotas, se cumplía la edad penal. Ahora se cumple la edad del móvil o la edad de la cuenta en el messenger. Medimos el paso del tiempo por las distintas versiones de los programas. Fernando García Mongay nos contaba el otro día en Huesca que los jóvenes prefieren la web2.0, aunque los más adelantados ya están en la web3.0... Frente a "Me quedé anclado en la música de los ochenta", ahora se escucha "yo sigo con el Windows'98"...
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Cuando se vive en un diseminado y tus vecinos cuentan la vida por adores, cuando te sorprendes diariamente pensando "quién habrá hecho el casting de mi vida", cuando descubres que no hay mayor aventura que compartir con ellos la primera luz del día, cuando ya sólo haces aquello que antes has soñado, cuando... Es muy fácil pensar que las cosas ya te valen, que ya todo está bien así. Pero últimamente, cada vez con mayor frecuencia, me invaden unas ganas casi irresistibles de liarme a hostias con cualquiera. Creo que pronto no me servirá el "ya me va bien". Me gustaría vivir en una ciudad mejor -aunque yo ya vivo bien-, me gustaría que tuviéramos un sistema de sanidad mejor -aunque yo, afortunadamente, no padezco grandes enfermedades-, quiero que el acceso a una vivienda digna sea una realidad -aunque yo ya tengo mi casa-, quiero que nadie esté en peligro por ser mujer -aunque yo nací hombre-, quiero un sistema educativo de calidad para todos -aunque yo podría compensar las lagunas de mi formación y de la formación de mis hijos fuera del sistema educativo- No sé... A veces siento que tengo que estar enfrente, militantemente enfrente. A veces siento que no me va a quedar más remedio que liarme a hostias.

02 diciembre 2006

Golpes de mar

Lo más valioso que me contaron mis profesores se encontraba, casi siempre, al margen del programa, en esas extravagancias que a veces los profesores se permiten. Yo les cuento a mis alumnos que Antón Castro decidió darse una oportunidad a sí mismo. Así se lo oí contar a él una tarde en Morata de Jalón, en un encuentro con maestros, mientras fuera anochecía y él derramaba palabras como si recitara un conxuro que sólo el conoce, el rito eterno de la palabra compartida, de las palabras de la vida, de las palabras que terminan encantando a quien las escucha. Aquel día Antón nos contó que cuando trabajaba en el bingo decidió coger sus apuntes, los poemas que escribía a escondidas en el reverso de los cartones y se presentó en el periódico El Día. Dejó la seguridad del bingo por la remota posibilidad de vivir haciendo lo que quería. Cambió la tranquila rutina por la pasión y la incertidumbre. Y Carmen Gascón le dijo: “Sí, inténtalo. Nada nos hace tan felices como perseguir nuestros sueños”. Todos tenemos nuestro bingo particular, el espacio en el que nos sentimos seguros. Y estoy convencido de que todos nos merecemos una oportunidad.
También nos dijo que un escritor es alguien que miente para decir la verdad. Desde hace diez años, le repito a Antón que escriba esta frase, que la registre y que le dé sus apellidos porque en cualquier momento defenderé que se me ha ocurrido a mí. Antón miente tanto que en su casa le llamaban El planetas. Junto a esa capacidad infinita para la fabulación, Antón Castro nos conmueve con cada una de sus frases porque sus mundos mágicos, sus personajes mitológicos, los seres imposibles que pueblan sus relatos y cada una de las fotografías de Patricio Julve nos hablan de la verdad, de lo auténtico, de sentimientos e inseguridades que mueven el mundo. Después de veinte años de zozobra intelectual, Pepe Melero ya acepta que los delfines acariciaran las piernas del Antón niño cuando se bañaba en las playas de Barrañán. También hemos dado por bueno que llovieran ranas cuando Benito, el padre de Antón, volvía de Suiza con un saco de naranjas sanguinas bajo el brazo. A mí nunca me ha preocupado la verdad. Puedo decir que he sido feliz leyendo las historias que escribe Antón y a veces me he enfadado cuando se me terminaban muy pronto y que me quedaba sin voz y sin respiración con el libro entre las manos.
El primer libro que yo tuve dedicado por Antón Castro fue Vida e morte das baleas. Me lo regaló Luis Iglesias, O pardal, o meu irmán galego. Me lo envió junto a una botella de orujo casero. En aquel tiempo yo bebía orujo los jueves buscando remedio para la saudade y convencido de que aquel licor que destilaban los dioses me ayudaría a entender mejor el gallego, que durante siglos fue la lengua de los poetas. Tengo el libro, naturalmente, pero de aquella botella sólo guardo un gratísimo y vivo recuerdo. Antón dibujó para mí una serea de Baladouro. Era el primer día de agosto de 1997 en la feria del libro de A Coruña.
El lunes a las ocho de la tarde se presenta en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Zaragoza Golpes de mar, un libro de relatos que Antón Castro ha compuesto palabra a palabra durante los últimos 25 años. Son relatos que huelen a mar y a tomillo y a espliego del Bajo Aragón, relatos dedicados a sus amigos, a sus cómplices, a algunas de las personas que dan sentido a su vida. Estoy seguro de que cuando Antón sube hasta el calvario de Alcorisa o se asoma al mundo desde la atalaya del paraíso en Cantavieja ve el mar y distingue entre las espumas blancas, los lomos plateados de los golfiños que escoltan en sus paseos a as sereas de Baladouro que a veces, muy de tarde en tarde, ollan a Víctor Juan.