13 marzo 2009

Para nosotros

El martes 3 de marzo dándole vueltas al diseño de unas jornadas que se celebrarán en Huesca con el título “Aragón: Educación y Libertad. En el centenario de Ferrer i Guardia” pensé que sería interesante hacer una edición facsímil de un ejemplar del diario Nuevo Aragón, portavoz del Consejo de Defensa de Aragón, que se publicó en Caspe desde el 20 de enero de 1937 hasta que el 11 de agosto del mismo año las tropas de Enrique Líster entraron en Caspe y asaltaron los talleres en los que se imprimía este periódico.
No me interesaba cualquier ejemplar. Tenía que ser el del martes, 9 de marzo de 1937, el número en el que Paco Ponzán, Evaristo Viñuales, Miguel Chueca y José Mavilla rinden un homenaje a Ramón Acín, asesinado en Huesca el 6 de agosto de 1936. Después de sorprenderme con esta idea intenté dominar el vértigo que despiertan en nosotros los sueños imposibles y deseé que en el fondo “Ramón Acín” depositado en el Museo de Huesca se conservara el ejemplar entero y no únicamente los cinco recortes que yo conocía por La línea sentida de Emilio Casanova y Jesús Lou.
El miércoles por la mañana hablé con Mari Paz Cantero, la conservadora del fondo “Ramón Acín” del Museo de Huesca y me confirmó que sólo tenían los cinco recortes, que no sabía cuántas páginas tendría el ejemplar completo. Le conté quiénes eran Evaristo Viñuales y Paco Ponzán, le repetí el estremecedor párrafo del testamento que Paco Ponzán firmó el 27 de diciembre de 1943 en la prisión militar de Furgolle:
“Deseo que mis restos sean trasladados un día a tierra española y enterrados en Huesca, al lado de mi maestro, el profesor Ramón Acín, y de mi amigo Evaristo Viñuales”.
En Nuevo Aragón de 9 de marzo de 1937 estaban juntos Ponzán, Viñuales, Ramón Acín… Le conté a Mari Paz que por aquellos días Palmira Plá también estaba en Caspe, enamorada de Paco Ponzán, dirigiendo las colonias escolares… Le dije que he encontrado cosas que parecían perdidas y que mi amigo Eloy Fernández Clemente suele repetirme que los brazos de la Venus de Milo están en algún sitio, que alguien los encontrará… Luego preferiremos la Venus sin brazos…”
Cuando ya nos despedíamos le dije a Mari Paz:
-Si en el ejemplar de 9 de marzo de Nuevo Aragón hay un texto de Palmira Plá… yo me tiro por la ventana.

Aquella misma mañana llamé a mi primo Javier Cortés, vinculado al Centro de Estudios Caspolino, por si tuviera noticias de alguna colección particular, hablé con Carlos Serrano –que le envió recado a José Luis Ledesma–, les escribí a Antonio Peiró, a Julián Casanova y a Javier Díaz… Busqué por internet, consulté la bibliografía que tenía en casa… Le escribí a Alberto Serrano Dolader –caspolino, periodista, amante de todo lo que tiene que ver con Caspe y con Aragón– … Nada… Tendríamos que ir a Salamanca, al archivo de la guerra civil y ver si allí nos permitían la reproducción del ejemplar de Nuevo Aragón.
Un poco antes de las doce de la noche recibí un correo de Alberto Serrano. “Has tenido suerte –me decía–, en mis tiempos de estudiante en Barcelona compré algunos, muy pocos, ejemplares de Nuevo Aragón y tengo el ejemplar que te interesa que incluye una fotografía de Ramón Acín. Cuando quieras te lo dejo”.
“Lo quiero mañana –tecleé apresuradamente–. Iré a buscarlo dónde me digas y cuándo tú me digas”.
El día de la cincomarzada fui a casa de Alberto. Me dio el ejemplar –inmejorablemente conservado– en una carpeta azul. Mis hijos me esperaban en el coche. Blanca, que ya tiene 14 años y es mi cómplice en muchas de mis locuras me preguntó:
-¿Está?
-Aún no lo sé. No lo he mirado.
Empezamos a pasar las páginas y en la página siete, junto a un artículo sobre gallinas ponedoras en el que se explicaba cómo construir un gallinero, allí estaba... El texto de media página de Palmirá Plá sobre colonias escolares. Estaban todos juntos… Acín, Ponzán, Viñuales y Palmira Plá.... Estábamos todos juntos.
Supe que todo lo habían hecho para mí. Palmira Plá pudo publicar su texto cualquier otro día, Alberto pudo no haber comprado ejemplares de Nuevo Aragón o que entre ellos no se hubiera encontrado éste. Cuando acaricio las ocho páginas de Nuevo Aragón sé que este cuento se escribió para nosotros.
Como no soy un hombre de palabra, no me he tirado por la ventana. Sólo he sido feliz.