24 febrero 2010

Ligero de equipaje

Desde hace tres años paso una hora en el coche con mi hijo. A las ocho dejamos a Blanca en el instituto y esperamos hasta que abren la escuela. Guillermo tiene en el asiento de atrás de la furgoneta su oficina: los álbumes de cromos de futbolistas, un par de atlas, los cuadernos en los que escribe sus cuentos, un Gerónimo Stilton, un estuche de urgencia con lo imprescindible...

Por no levantar sospechas he cambiado varias veces de ubicación durante estos tres cursos. Ahora aparco en la calle Crespo Agüero. Esta mañana había media docena de personas esperando que abrieran El Refugio para tomar un desayuno caliente. Un coche de policía se ha detenido delante del mío y dos agentes han empezado a pedirles la documentación:

Uno de los policías retransmitía los datos de aquellos hombres por un teléfono. El otro los cacheaba: los bolsillos del pantalón, la sobaquera, los bolsillos del abrigo. En una de estas inspecciones el policía ha palpado un objeto extraño. Llevado de mi visión cinematográfica de la vida he pensado que se trataría de un arma: una pistola con silenciador o un cuchillo. El policía se ha separado medio metro del hombre sospechoso y éste ha abierto su cazadora, ha introducido la mano en uno de los bolsillos y ha sacado un libro. Tenía razón el señor policía. Un libro es un objeto subversivo, potencialmente peligroso, amenazante para el poder. Un hombre que lee despierta desconfianza.

18 febrero 2010

La escuela y yo

Cuando en alguna ocasión me invitan a dar una charla y le encomiendan a alguien la tarea de presentarme me suele ocurrir que, si el presentador quiere ser cariñoso conmigo y añade algo más a mi condición de profesor y de director del Museo Pedagógico de Aragón, enseguida se me hace larga –por corta que sea– la enumeración de ocupaciones, libros y proyectos y siento que empezamos la charla muy mal porque quienes nos acompañan ya han empezado a aburrirse. A continuación pienso que lo importante nunca se dice. ¿Pero qué es lo importante para entender desde dónde hablamos, desde dónde escribimos? En mi caso, haciendo un apresurado resumen, podría decir que vivo en el sistema educativo. Tengo otras vidas, claro, pero eso ahora no viene a cuento. Vivo en el sistema educativo donde me instalé –me instalaron para ser más precisos– hace cuarenta y cuatro años. Yo no lo recuerdo, pero lo he oído contar muchas veces. Aún tenía que cumplir los dos años cuando doña Julia, la maestra que regentaba la escuela de la calle La Balsa, en Caspe, le dijo a mi madre:

–A este –sentenció señalándome con el dedo– le compras una bata y una silleta y me lo traes a la escuela, que bastante tienes con el pequeño y con el que está en camino.

Así empezó mi trayectoria en el sistema educativo, primero como alumno y luego como profesor en todos los niveles, desde la Educación Infantil a la Universidad. Por eso al pensar en mi relación con la escuela recuerdo una historia de Faemino y Cansado que empezaba en la habitación de un hospital. Cansado estaba apoyado en una cama con gesto indolente. Llevaba una bata blanca y colgaba de su cuello, como una estola, el fonendoscopio:

-Yo en este hospital –decía mirando al público– empecé de enfermo y ahora soy el jefe del servicio de trasplantes.

Algo similar me ha ocurrido a mí.

Hace poco era un niño que llenaba la cartera de periódicos porque debí entender que cuanto más pesa la cartera más importante es lo que se contiene en ella. Y ahora, cuando escribo estas líneas, hace ya 23 años que dicto dictados.

16 febrero 2010

Tenemos

Ya tenemos 20 textos en Más de cien razones.

El último nos lo ha enviado Manuela Beltrán, alumna de Educación de Personas Adultas de Morata de Jiloca, una escuela legendaria. Es un texto muy bonito


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Va a entrar en imprenta el número 17 de la colección Publicaciones del Museo Pedagógico de Aragón


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Ya tenemos un escándalo en el Museo Pedagógico de Aragón: el número 1 de la colección

Encartes del Museo Pedagógico de Aragón.

Es escandalosamente hermoso. Ya me dirán