31 agosto 2013

Carta de Ramón Acín a Conchita Monrás desde la cárcel




Querida Chita: Te escribo después de verte; estás muy majica…, pero delgadita y no quiero. Ya sabes que el no escribirte carticas no es por falta de gusto en ello, es todo un diálogo contigo en todo momento, ya lo sabes. Tenemos que frenarnos en el querer. Quizá como necesidad.
Aquí discutimos, damos charlas y asambleas, estamos todo lo relativamente bien que se puede estar sin libertad… y sin ti, mejor dicho, sin ti y sin libertad porque tú eres antes que todo.
Llega la comida y suspendo la cartica.
Cosicas, con (ilegible)
Ramón
Huesca, hacia 1924

19 agosto 2013

Cocino por tres razones (al menos)

Hay tres motivos, al menos, por los que yo cocino para mi familia y mis amigos. Los voy a escribir aquí. El orden no implica nada. Simplemente las enumero porque tengo contar las cosas una detrás de otra.

UNO.- Cocino porque me gusta hacerlo. Es entretenido y, además, puedo pensar mientras cocino. Pensar es mi ocupación fundamental en este valle de lágrimas. Pienso permanentemente. Pienso en esto y en aquello. Pienso sin orden ni concierto. Pienso sin pedir permiso. Pienso sin más.

DOS.- Cocino para ser el «ecce homo faber» que me gustaría ser. Cocino para hacer cosas. Cuando se tiene una ocupación como la mía, de resultados tal inciertos -les recuerdo que soy profesor- uno agradece enormemente ver frutos de su trabajo. Yo puedo explicar durante cuatrimestres y cuatrimestres la historia de la educación y nunca sé cuál es el fruto de mis desvelos. Nunca sé si lo que cuento tiene un sentido para los estudiantes. Por eso para mí es extraordinario coger una berenjena, meterla en el horno y sacar una berenjena asada o ser capaz de hacer con huevos, patata, cebolla y aceite una tortilla de patata.

TRES. Cocino para que me quieran. Tengo la edad suficiente para saber que casi todo lo hago para que me quieran las personas que quiero querer.